La Tercera

Pensando cómo perderemos todo

Por Pablo Ortúzar Por Oscar Contardo

Esiendo explotados por la derecha y su vicariato de centroizquierda como una suerte de trofeo en disputa. También como un tupido velo que algunos están disponiendo sobre la historia reciente para disimularla o ejercitar sobre ellas pases de prestidigitación para olvidarse del estallido o reinterpretar sus causas a su antojo y conveniencia. Los hechos y las evidencias, sin embargo, dicen otra cosa: las causas que provocaron la grave crisis de 2019 siguen ahí -percepción de desigualdad, de abuso, de abandono e impunidad de los poderosos, cualquiera sea su tienda políticasólo que intensificadas por las apreturas económicas fruto de la pandemia y por la inflación. El desprestigio de las instituciones -un tsunami que comenzó a formarse hace décadas- no se esfumó con el último resultado del plebiscito y todo apunta a que los indicadores no mejorarán si la actitud de amplios sectores políticos persiste en enfrentar los desafíos como se venía haciendo hasta hace tres años: imponiendo relatos a la fuerza, desoyendo las señales ambientales y buscando en el acomodo mezquino y cortoplacista un espejismo de normalidad que solo le ponía más presión a un dique totalmente trizado. l Presidente Boric mostró en su discurso ante la ONU que tiene todas las piezas para entender por qué ha fracasado su gobierno. Dijo que era más fácil protestar que gobernar. Reconoció que las personas quieren cambios, pero con estabilidad y sin arriesgar lo logrado. A diferencia de su compadre, el embajador de las langostas, destacó los enormes avances de los últimos 30 años en materia social y económica. Y, más interesante incluso, habló de buscar acuerdos que lograran combinar y potenciar las capacidades distribuidas en la sociedad, sin tratar de suplantarlas.

En otras palabras: la mayoría de Chile no quiere una revolución, sino reformas al orden establecido. Nos gusta el capitalismo, pero no en su versión salvaje. Y no nos interesa un Estado dirigista que pretenda controlarlo todo, sino un Estado habilitante y articulador de las energías disponibles, tanto en la sociedad civil como en la empresa privada. ¿No es todo esto cierto? ¿No están ahí, justamente, las claves de la derrota del proyecto constitucional que la izquierda trató de imponer?

Sin embargo, no hubo raya para la suma en el discurso. Como un nadador acalambrado que ve la costa, el Presidente describe lo que necesita hacer para salvarse, pero no parece capaz de ejecutarlo. ¿Por qué? Porque durante los últimos 15 años construyó su liderazgo en torno a un proyecto revolucionario que pretendía borrar las instituciones de la transición. Un proyecto que, como dijo Furet respecto de la Revolución Francesa, se sostenía en la noción “de un pasado enteramente corrompido por la usurpación y la irracionalidad”. El famoso programa “antineoliberal”, combinación de antiliberalismo nihilista y un regresismo obsesivo a una imaginaria “edad dorada” prepinochetista.

¿Cómo les explica Boric a sus compinches liberales progresistas, los Arden y Trudeau de este mundo, que no puede apoyar abiertamente el TPP11? ¿Cómo les cuenta que a sus socios en Chile les enoja que el tratado no permita expropiar a la venezolana las inversiones extranjeras? ¿Cómo justifica que el subsecretario Ahumada siga ahí, emitiendo un humo denso que daña Hacienda y Cancillería? ¿Se atrevería a llevar a Guillermo Teillier a una gira internacional, sabiendo que ante el mundo civilizado parece la momia de Lenin resucitada? ¿Les contó a sus “colegas” que los estados de excepción en la Macrozona Sur los aprueba gracias a la derecha, con la mitad de su propia coalición en contra?

El Presidente Boric necesita ser Mitterrand, pero no quiere ser Mitterrand. Por lo mismo, se va convirtiendo en la versión hipócrita y pabloiglésica de Benito Cereno: el estólido capitán secuestrado de un barco sin destino. No se atreve a liderar la renovación de la nueva izquierda, aun sabiéndola perdida. Y ese titubeo todo lo corrompe: ¿Cómo las fuerzas de centro van a confiar en un lote que, frente a una de las derrotas democráticas más contundentes de nuestra historia, simplemente concluye que hay que dar un pasito para “atrás” para luego insistir con dos hacia “adelante”? ¿Cómo reactivar el proceso constituyente con revolucionarios que prometen que apenas puedan le saltarán de nuevo al cuello a la República?

El drama es evidente: por no rehabilitar una política de los acuerdos honesta, por dirigir una coalición perrortelana que no gobierna ni deja gobernar, la antipolítica autoritaria a la Bukele crece día a día. ¿A quién cree Boric que le pasará la banda presidencial si sigue como va? ¿También dirá ese día, con rostro Cereno, que no hay derrota?

Reportajes

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2022-09-25T07:00:00.0000000Z

2022-09-25T07:00:00.0000000Z

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